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Catástrofes climáticas, mosquitos y reparación

El incremento en los desastres climáticos en el sur global trae consigo la amenaza de epidemias extendidas y la exigencia de una justicia reparativa

Los procesos de zoonosis en enfermedades, como los virus del herpes o el papiloma en generaciones anteriores, el ébola o recientemente el SARS-cov-2, dan cuenta de cambios en las relaciones espaciales entre animales y humanos debido a modificaciones ecosistémicas antrópicas de gran escala producidas durante los últimos siglos, como el cambio de uso del suelo, la urbanización y la interconexión global.1 Como han planteado diversos científicos, estas condiciones resultarán en distribuciones geográficas cambiantes de flora y fauna dada la transformación de sus hábitats, que a su vez aumentará la tasa de transmisión viral interespecífica.2

Si bien el impacto de las alteraciones a nivel geológico del planeta se expande más allá de las fronteras regionales, la crisis climática y la manera en que las enfermedades afectan a las poblaciones en el sur global resultan más graves debido principalmente a cuatro condiciones: una distribución desigual de recursos que genera dependencia; una distribución desigual de derechos de propiedad y poder adquisitivo; degradación ambiental debida a la sobreexplotación periferializada de recursos no renovables y la finitud misma de los recursos sometidos a procesos violentos de neoextractivismo.3

Las relaciones entre las dimensiones económica, social y ambiental producidas por la reiteración de procesos coloniales de explotación producen vulnerabilidad poblacional y ecosistémica que a su vez facilitan el hospedaje y diseminación de vectores virales.

Por ejemplo, entre los siglos XVII y XVIII, el crecimiento poblacional acelerado y los grandes cambios ecológicos producidos por la economía de plantación en el Caribe hicieron a esta región más propicia para los mosquitos vectores de la malaria y la fiebre amarilla. Las plantaciones de caña de azúcar resultaron un hogar propicio para la propagación del aedes aegypti. Este mosquito se reproduce en agua estancada en contenedores artificiales de agua, por lo que vive en la proximidad de asentamientos humanos y en las mismas plantaciones. El mosquito anopheles, vector de la malaria, encontró en los paisajes de las plantaciones de arroz del Caribe un espacio ideal para su reproducción.4    

Desde junio de 2022, Pakistán sufrió inundaciones históricas producidas por lluvias monzónicas inusuales y el derretimiento de los glaciares al norte del país tras la intensa ola de calor del año –Pakistan alberga la mayor cantidad de glaciares del mundo fuera del Ártico y la Antártida. La deforestación ha contribuido enormemente a que esto se convirtiera en una tragedia que cobró la vida de más de 1700 personas y causó daños en al menos 2000 hospitales y centros de salud. A principios de octubre, el 75% de la provincia de Sindh continuaba inundada y el acceso a servicios médicos era extremadamente limitado. El impacto mediático del desastre climático tiende a disiparse; sin embargo, escasean los alimentos, el agua potable, las personas necesitan reparar sus casas. Asimismo, aumentan las enfermedades diseminadas por mosquitos portadores que se reproducen en las aguas estancadas después de las inundaciones. En Pakistán el dengue se ha adaptado a regiones más frías. Sumado a esto, en las áreas afectadas por las inundaciones en Sindh, han llegado a encontrarse un 50% de casos positivos de malaria, particularmente las áreas más remotas.

Como da cuenta Pitchaya Sudbanthad, mientras los medios internacionales se enfocan en Florida tras el paso del huracán Ian, otras ciudades como Bangkok, en Tailandia o el estado de Kogi en Nigeria han sufrido severas inundaciones en las semanas recientes. En Nigeria, han fallecido al menos 300 personas este año por causa de las severas lluvias y durante septiembre de 2022, al menos medio millón de personas fueron afectadas, principalmente en las riveras de los ríos Niger y Benue, en donde el distrito de Ibaji se encuentra actualmente completamente sumergido.

Los eventos climáticos extremos que hemos visto este año, entre temperaturas máximas históricas y tormentas atípicas parecen distar de ser una excepción. La crisis climática agrava la ya precaria situación socioeconómica de una gran parte de la población global de los sures. La recurrencia de procesos zoonóticos de enfermedades y el cambio de las condiciones de dispersión de algunos virus son temas de salud pública de suma importancia. Como hemos visto con el proceso de distribución de vacunas contra el covid-19, las desigualdades estructurales producto de la acumulación de capitales acentúan la vulnerabilidad de grandes sectores de la población.

La destrucción provocada por los desastres climáticos más recientes ha intensificado el debate alrededor de la justicia climática. El ministro para el cambio climático de Pakistán, Sherry Rehman declaró que los países más ricos –quienes demandan insumos que incrementan los procesos extractivos y producen la mayor cantidad de emisiones que provocan el cambio climático–, deben indemnizar a los países de los sures afectados por catástrofes climáticas.

La exigencia de justicia climática tiene condiciones y problemas localizados regionalmente que demandan de recursos particulares. La dispersión de nuevas enfermedades entre las personas producto de la zoonosis, así como la adaptación regional de vectores de ciertos virus requieren de procesos de reparación integrales que no se compran con bonos de carbono, sino con cambios de estrategia a nivel global para el refuerzo de sistemas de salud tradicionales y convencionales; una adaptación urgente a la reducción del consumo y el cambio en las formas de producción de alimentos hacia la diversidad agroecológica. Aunado a esto, es necesario establecer mecanismos de justicia climática internacionales que realmente obliguen a los países consumidores a asumir su responsabilidad en estas catástrofes climáticas y sanitarias más allá de los acuerdos a los que se llegue en noviembre en la Cop27, la conferencia sobre cambio climático organizada por la ONU, que tendrá lugar en Egipto.

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