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En la selva se escuchan gritos

Tan sólo en 2022, más de 150 000 migrantes se han visto forzados a cruzar el Tapón del Darién en la frontera entre Panamá y Colombia. Su paso ha dejado una estela de sufrimiento, pero también toneladas de basura en la selva.

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Cuando escucho la palabra selva, imagino un espacio poblado por el verde en sus distintas tonalidades, donde crecen helechos, abunda el musgo, y los árboles se estiran en su búsqueda de la luz porque allí difícilmente penetra el sol. La selva es el hábitat de dos terceras partes de toda la biodiversidad de fauna y flora del planeta y es lo que mejor define al Darién, una región ubicada en el límite de América Central (Panamá) y América del Sur (Colombia). 

A este lugar lo han llamado el Tapón porque ha funcionado como una barrera natural entre ambos lugares, en donde la comunicación por vía terrestre es casi imposible. ¿Por qué? Solo por citar una razón, se calcula que en esa selva caen entre 5000 y 10000 milímetros de agua al año. Sin embargo, parece que los adjetivos para hablar de este lugar se han quedado cortos; algunos la han llamado infranqueable aunque solo en 2022 más de 158000 migrantes la han cruzado en su ruta hacia EEUU, una cifra que supera a la que se registró en toda la década anterior

Durante siglos, muy pocos se atrevieron a cruzar el Tapón del Darién, pero, desde 2004, tras la fundación de Frontex, la guardia que blinda la Unión Europea, migrantes asiáticos y africanos descubrieron el lugar como una ruta para llegar a Norteamérica. Esta selvática frontera de aproximadamente 266 km se ha convertido en un corredor para migrantes de distintas nacionalidades, especialmente, venezolanos, haitianos y cubanos que sufren lo indecible para cumplir un sueño. Ese sufrimiento es casi innombrable, para algunos será mayor que las penosas circunstancias que les obligaron a cruzar este paso, o tal vez menor o equivalente. 

El dolor que implica la migración y las dificultades de este trayecto no son las únicas tragedias para nombrar, y es que los ecosistemas de esta selva, la cual por mucho tiempo fue un territorio con poca intervención humana, también se han visto afectados, aunque de otra manera. En la actualidad, el verde está cubierto por una estela de basura que dejan quienes, dada la rudeza de las circunstancias, son incapaces de seguir cargando todo el peso con el que inicialmente salieron en sus maletas. Por más que no quieran, la mayoría deben abandonar parte de sus posesiones, incluso, de sus recuerdos, entre otros desechos. Si se calcula que cada adulto carga, en promedio, unos 20 kilogramos de peso, entre carpas, machetes, colchonetas, ropa, alimentos y otros enseres, la cifra de material que ingresa a la selva podría alcanzar 280 toneladas por cada 14 000 personas. ¿Y dónde termina todo esto? 

La respuesta es dolorosa, mucho más si se miran con detenimiento las imágenes de aquellos que han documentado este drama, porque la selva ya no es del color que se describió al principio y ya no está poblada sólo de plantas o animales, sino también de toneladas y toneladas de basura. El personero municipal de Necoclí, uno de los municipios de Colombia donde paran los viajeros antes de internarse en la selva, afirma que antes de la crisis migratoria, se recogían semanalmente tres toneladas de basura en el pueblo mientras que, para 2021, la cifra ya superaba las 50. Por otro lado, según datos del Ministerio de Ambiente de Panamá, el trasiego migratorio es visible dentro del Parque Nacional Darién, el área protegida más grande de Panamá y Centroamérica y que, desde 1983, fue reconocida como Reserva de la Biosfera por la UNESCO. 

Otro dato importante para entender el impacto de estos hechos es que el 25 por ciento de las especies de plantas y animales que habitan el Tapón del Darién no se encuentran en otro lugar del planeta; según la organización Parques Nacionales Naturales de Colombia allí se encuentran por lo menos 550 especies de vertebrados, 113 de peces, 412 de aves y 60 de anfibios. La selva grita a su manera pero parece que pocos escuchan, así como tampoco han sido escuchados con atención los estertores de quienes la cruzan, aquellos que no tuvieron voz ni oportunidades en su lugar de origen. De estos dolores hay que hablar: el de los migrantes y el del Darién, que ha sido apodado como el infierno selvático o el paso de la muerte; como si el enemigo fuera la naturaleza y la solución hacerla desaparecer. Este drama seguirá llenando titulares, la selva perderá su verde y ¿quién escuchará? 

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