Za’atar y aceite 

by: Paula Piedra

Paula Piedra en conversación con Zuhra Sasa

Ilustraciones por Viviana Zúñiga Ramírez

A las 5:00 pm del lunes 4 de diciembre del 2023, Zuhra me abrió la puerta de su apartamento en Los Yoses, San José (Costa Rica). Mientras ella terminaba de atender a un estudiante por videollamada, Jengibre y Cúrcuma, una pareja de hermanos felinos, corrieron a recibirme y me entretuve con ellos hasta el momento en que ella terminó su reunión virtual. Nos saludamos de nuevo y de inmediato se puso a preparar unos bocadillos y nos servimos vino. Antes de sentarse a la mesa a hablar conmigo, trajo unos textiles de origen palestino a la mesa. Yo le había solicitado que habláramos a partir de una memoria que tuviera que ver con Palestina o con su familia, una memoria que podía ser representada por una foto, un objeto, una canción, un poema o cualquier otra cosa que la vinculara a ella con su ascendencia palestina.

Zuhra Sasa Marín es arquitecta, especializada en diseño urbano y actualmente es la directora de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Costa Rica. El papá de Zuhra fue Abdulfatah Sasa Mahmoud (1940-2023), un médico y activista palestino que migró a Costa Rica en el año 1973 con su esposa costarricense y cuatro hijos. Se conocieron en España mientras ambos estudiaban en la universidad. Abdulfatah en algún momento se naturalizó como costarricense pero jamás olvidó de dónde venía ni dejó de luchar por la causa palestina.

Lo siguiente es el resultado de una conversación con Zuhra, omito mis preguntas e intervenciones y comparto únicamente las palabras que ella me dijo en esa ventosa tarde decembrina con Jengibre y Cúrcuma pasando casualmente por encima de la mesa como si quisieran atrapar las palabras que decíamos para que no se las llevara el viento.

i. El arraigo a la tierra

Te comparto estos elementos que para mí simbolizan Palestina. Creo que la expresión de los tejidos palestinos y lo poco que te puedo dar de la comida palestina el día de hoy representan, o por lo menos para mí, ese vínculo que tiene el pueblo palestino con su tierra, con la tierra que conocieron o que nunca han conocido. 

El olivo, las olivas y el aceite de oliva impregnan toda su cultura culinaria.

Za’atar y aceite, una cosa tan simple: orégano, ajonjolí y un poco de sumaca, una especie que hay en Medio Oriente. Una cosa tan simple como esta, no solo es la base de la cultura culinaria, sino que es la base del vínculo de la identidad palestina con su tierra. Hay una relación muy estrecha entre la tierra, el olivo y la producción. Según mi visión, El Nakba, el primer éxodo forzoso impuesto al pueblo palestino entre los años 1946 y 1948, lo que hace es arraigar mucho más a la gente con su tierra. 

Creo que cuando uno escucha a personas como mi papá, todo su testimonio, escucha hablar sobre la tierra, sobre el arraigo a la tierra. 

Hay gente palestina que todavía está esperando volver a su casa, que tienen las escrituras de su vivienda. Pero no es en esos términos que hablo de arraigo. Sino el arraigo con la tierra, con el territorio, con todo lo que esto significa. Porque además, ¿por qué hay un conflicto ahí y no en cualquier otro lugar? Bueno, por el valor simbólico que tiene Jerusalén, que pertenece a las tres religiones monoteístas. Parece que hoy en día, a pesar de que se supone que somos producto del pensamiento científico, seguimos creyendo que el poder está en estos lugares como una fuente de poder más mágico-religioso que otra cosa. Es muy interesante.

Creo que ese arraigo, que desde mi punto de vista está vinculado con el territorio, con la tierra, con la producción, es como una respuesta al despojo más absoluto que han tenido los palestinos desde 1948.

ii. Destinos palestinos 

Hablemos del 48, que es cuando la gente sale huyendo de su casa. Hablemos del 48 cuando la gente empieza, generación tras generación, a convertirse en refugiada. Esa no es una realidad que nosotros los costarricenses podamos entender. Yo creo que un nicaragüense lo puede entender, pero una persona costarricense del siglo XX y del siglo XXI necesita ayuda para comprenderlo. 

Estuvimos en Líbano en julio del 2023. Queríamos, como familia, apoyar de alguna forma a palestinos en nombre de mi padre que ya no estaba con nosotros. En Líbano hay una cantidad de refugiados palestinos impresionante. En el sur de Líbano, en Zidon, la autoridad palestina tiene un hospital y tiene un montón de fuerzas de apoyo para los palestinos y para los refugiados palestinos.

Antes de ir a Zidon, fuimos a la Embajada de Palestina en Beirut. El señor embajador nos recibió; estaba él, la líder de los grupos de mujeres, estaban dos médicos y mucha otra gente en la sala del despacho del embajador. Todos eran refugiados. Todos. No había una sola persona que no fuese refugiada ahí.

Yo soy palestina, nosotros somos palestinos y eso nos lo inculcó mi papá. Tengo 52 años de ser palestina, de vivir el conflicto, de sufrir el conflicto, de sentir la impotencia que siente cualquier persona palestina, y no fue hasta ese momento en que me doy cuenta de que “ser palestino” no es “un solo ser palestino”, hay “varios seres palestinos”. No creo que sean maneras de ser palestino. Yo soy palestina desde una realidad de libertad absoluta dentro de las libertades absolutas que no existen. Y esto es porque mi abuelo tomó la decisión de no ir al norte sino cruzar el río Jordania e irse a Jordania. Porque los médicos que conocimos en Beirut, sus padres, tomaron la decisión de irse a Líbano. Y en ese momento, se convirtieron en refugiados. En Líbano no existió la asimilación o la nacionalización que hicieron en Jordania y en otros países. Entonces, la decisión que tomó el padre de este médico convirtió a sus hijos y nietos en refugiados. 

Cuando mis abuelos llegaron con sus hijos a Jordania eran refugiados, pero ese estatus no duró mucho, eso era para tener un lugar seguro, un apoyo de algún tipo y empezar a buscar trabajo. A eso me refiero, hay, no maneras de ser palestino, sino destinos de ser palestino. Para mí ha sido un golpe duro de realidad el darme cuenta de esto porque uno siempre tiene una noción de una población enorme de palestinos refugiados, pero de alguna manera yo no había dimensionado cómo esto se relaciona o depende de la decisión que tomaron o los vínculos que tuvieran las personas palestinas en aquel momento. La historia que nos contó uno de esos médicos fue que su papá tenía unos vínculos en el Líbano y, además, que nadie creía –ni siquiera antes de estallar la guerra de los siete días–, que esto no se pudiera solucionar. 

iii. Reconocer el territorio palestino

Las primeras personas de mi familia en ir a Palestina fuimos mi hermana Wajiha y yo. En el 90 nos fuimos a estudiar árabe en la Universidad de Amman en Jordania. No había relaciones diplomáticas con Israel pero averiguamos y sacamos un permiso en el Ministerio del Interior y nos fuimos a la venia de que nadie nos sellara el pasaporte. 

Cuando llegamos a Jerusalén, pasamos, vimos la ciudad amurallada y seguimos hacia Belén. Intentamos ir al lugar de donde era mi papá, no teníamos ninguna información porque además nosotras fuimos a escondidas de la familia. Fuimos a Jaffa, que ahora es como un suburbio de Tel Aviv, pero en los 90 era el pueblo, quizás un poco más grande, del cual salió mi papá. Incluso estaba la mezcla con la que creció mi papá, de árabes y judíos locales, que vos no sabés quién es qué.

Cuando le contamos a mi papá, él se sintió orgulloso de nosotras, pero fue hasta el 2002 que se animó a hacer ese mismo viaje con mi hermano. Fueron a Jerusalén y de ahí cogieron un autobús para Jaffa y llegaron. Dice mi hermano que a mi papá se le encendió “un algo”. Tenía solo 8 años cuando tuvo que huir de su casa. Mi abuelo era de la resistencia palestina, su vecino, que era judío, le dijo, “estás en la mira.” Dice mi hermano que mi papá se fue caminando por Jaffa y dijo, “ese minarete no, aquél minarete” (el minarete es la torre de la mezquita desde donde el “Adan” hace el llamado al rezo, históricamente subía a hacerlo, hoy se hace por parlantes). Llegó y dijo: “aquí es.” Te estoy contando esto como si fuera una historia de mentira, pero es verdad. Había un viejito que se acordaba de la familia Sasa. 

En el 2006, otra vez hicimos ese mismo viaje, esta vez íbamos cuatro de los cinco hijos, y de nuevo 4 años después y con una transformación inmobiliaria importante en la zona, mi papá volvió al mismo lugar y la mezquita seguía ahí, pero ya no había casas, la zona se había convertido en un parqueo.

Así como te puse esas analogías del za’atar, del aceite, del olivo, Palestina, el ser palestino, está vinculado a un territorio. Definitivamente, porque hay aquí una deuda de reivindicación, de lo que el mundo le ha hecho al pueblo palestino. De quienes simplemente no hemos dicho nada o hemos callado, y de quienes realmente han creado el estado de Israel, reclamando unos derechos supuestos en los que se basa el sionismo para poder montarse su propio lugar, y todos los gobernantes que permiten que no se cumpla ni una sola de las resoluciones de la ONU. 

Ahora en algunos lugares del mundo es censurado realizar una manifestación o pronunciación a favor de un pueblo. Yo creo que aquí hay una evidencia de que efectivamente el ser palestino está ligado al territorio. Entonces arrojaría una pregunta: ¿el ser de una religión está ligado a un territorio? 

iv. Reivindicar el territorio 

De mi papá aprendí la importancia de estar ligada a un territorio. Mi papá demostró en su vida adulta su arraigo aunque no pudiera tenerlo en su propio país. Pero el arraigo que tiene, es el de una persona que lo da todo y aporta todo al lugar donde está. En Costa Rica se convirtió en un ciudadano costarricense que será recordado por apoyar la causa palestina, por el Islam, eso también implica arraigo. Un arraigo que tiene que ver con involucrar a la gente en estas otras realidades. Traer ese arraigo a otros territorios, de alguna manera lo necesitó porque en su propio lugar no lo pudo tener. 

Es una identidad que siempre reivindica el territorio, porque si no, ¿qué eres? El territorio no solo tiene que ver con la tierra, tiene que ver con la cultura. Si no lo hacemos, ¿en qué quedamos? No con un papá que nació en Palestina sino en un territorio que medio se llamaba Palestina en algún momento de la historia.

Todas las cosas que uno hace están conectadas. Y la militancia vinculante al problema palestino se refleja en mi vida de diversas maneras, casi como metáfora de los tópicos urbanos que me interesan y estudio. Siempre me han interesado las fronteras internas, me han interesado todas esas zonas urbanas de borde donde los derechos se difuminan.

Tengo un monotema sobre la segregación socioespacial, sobre la fragmentación urbana. Son unos problemas que hay en nuestras ciudades. Se podría decir que no tiene que ver exactamente con esto del arraigo pero ¿por qué es eso lo que me interesa? ¿Por qué voy tan en contra de los condominios cerrados, de los muros? 

El tema del arraigo es algo importante en este momento. Israel tiene ya 60 días de estar bombardeando un territorio diminuto cercado. Hay un muro de un lado, hay un mar custodiadísimo del otro, un norte y un sur que no tienen salida. Cuando Egipto abre las puertas, Israel dice: está bien, que abran las puertas para que salgan. Pero solo hay una vía, es para que salgan, para que se vayan, para que desaparezcan y se desvanezcan de ese lugar que es suyo. Por la puerta del sur o por debajo de la tierra, no hay otra alternativa. Lo que quieren es deshacerse de la gente, con la venia y complicidad de todos nosotros.

El conflicto palestino es un conflicto político, es un conflicto del control del territorio, de limpieza étnica. Porque esas personas que están ahí y que tienen derecho a estar allí –porque sus padres, sus abuelos y sus bisabuelos estuvieron allí–, pertenecen a esa tierra y tienen un arraigo. La única forma de que Israel logre su cometido es abriendo la puerta del sur o enterrándolos.

Creo que hay un montón de improntas, unas más sutiles que otras, de todo lo que decía mi papá. Yo interpretaría su arraigo en esas luchas que hizo públicas, incluso la creación de la primera mezquita en este país es su obra. La mezquita de Omar está en el borde exacto entre Calle Blancos y Montelimar (San José). La mezquita de Omar pertenece a la Asociación Cultural Musulmana Sunita de Costa Rica, hay bastantes familias palestinas en Costa Rica. 

Con respecto a los conflictos, te tocan. Aunque sé que yo soy privilegiada, que nunca me ha faltado absolutamente nada, soy hija de un niño que tuvo que beber la orina de sus hermanos menores mientras hacían la huida, eso te cala un montón. Entonces, tuve a ese papá, escuché muchas de sus historias y han perfilado en gran parte mi identidad. Es periódico que Israel haga actos de este tipo, nunca con el ensañamiento de este, pero son periódicos y casi cíclicos los atentados contra los territorios y el pueblo palestino. Cada vez que veo estas cosas y me entiendo desde una posición lejana y acuerpada por mi destino, por mi realidad, la impotencia me embarga.

v. ¿Qué se puede hacer? 

Ese arraigo empieza a tener un protagonismo porque es más que arraigo; es que se entienda que ser palestino es estar vinculado a un territorio. Y que el territorio también hace a ese ser palestino, ahí sí podría ser que estén las maneras de ser palestino. La vida de todas esas mujeres, niños y hombres, hay que humanizar a todas las personas que han fallecido. A las que podemos ponerles nombre, apellido, historia y vida. 

Ahí sí que hay muchas maneras de ser palestino, unos que estamos aquí y que lo único que podemos hacer es hablar a quienes nos quieran escuchar, contarles, intentar que la gente entienda que el conflicto no es un conflicto religioso.

Hay que escribir mucho, hablar con la gente. En este mundo dominado por capital sionista y donde los medios de comunicación presentan verdades tergiversadas, trato de que esto me signifique a nivel personal. La gente no lo significa o no entiende lo que está pasando. Pero hoy por hoy, con más de dos meses de tener este genocidio mediático, no se puede entender que la gente no esté indignada.

Paula Piedra

Escritora, gestora cultural

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