View from the Palestine side of the wall in Bethlehem. Image by Paula Piedra.

Negociaciones fronterizas

by: Paula Piedra

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En el 2018, por cuarta vez consecutiva, tuve la oportunidad de asistir a la asamblea anual de Arts Collaboratory (AC en adelante). Los anfitriones de esta asamblea fueron las organizaciones: Ashkal Alwan (Beirut, Líbano); Al Ma’mal (Jerusalén Este, Palestina) y Riwaq (Ramallah, Palestina). La idea de hacer este encuentro en Medio Oriente llevaba años de estar sobre la mesa. En el año 2016, la asamblea se pensó hacer en Líbano, pero dado que fue imposible que los miembros de organizaciones palestinas pudieran ser admitidos en ese país; el evento fue trasladado a otra locación. Así que para el 2018 la propuesta fue esta: la mitad de los miembros de la red viajarían a Líbano, la otra mitad a Palestina y al final todos nos encontraríamos en Jordania, un territorio, por llamarlo de alguna manera, neutral para los palestinos. Yo escogí la combinación Palestina y Jordania.

Grafiti en el lado palestino del muro de Belén. Imagen de Paula Piedra.

Llegué el 20 de junio, 2018 a Tel Aviv tarde en la noche, después de 21 horas de viaje. Aline me recogió en el Aeropuerto Ben Gurion y condujo su automóvil por más de una hora hasta su casa en Jerusalén Este. Al otro día desayuné con Aline y su mamá. Me sirvieron pan hecho en casa, zatta, aceite de oliva, pepinos, sandía y café instantáneo. Salimos a comprar frutas para los refrigerios de los días venideros. Aline se desvió para mostrarme un campo de refugiados, la Universidad Hebrea de Jerusalén y la vista de esta ciudad desde el Monte de los Olivos. Llegamos a la puerta de Jaffa, en el perímetro de la antigua ciudad amurallada de Jerusalén, ahí nos esperaban unas chicas de Al Ma’mal, la fundación privada dedicada al arte contemporáneo a la cual pertenece Aline, y recibieron las frutas. Aline y yo dimos una vuelta grande para dejar el carro en un parqueo y entrar por la Puerta Nueva, otra de las entradas a la ciudad vieja de Jerusalén, totalmente gentrificada y llena de atracciones turísticas. Ese día recuerdo haber estado en Al Ma’mal, conocer su historia, salir a comer falafel con Aline, toparnos con muchos chicos judíos ortodoxos. Recuerdo en especial a uno que me miró y al instante se latigó el rostro contra el viento para evitar la correspondencia de mi mirada. Esa noche me acosté temprano y a las 3:00 am fui despertada por los cánticos musulmanes que de inmediato se convirtieron en la banda sonora de un jetlag ingrato que me mantuvo en vela durante toda esa fresca madrugada.

Ramallah The Road to Jerusalem, del artista palestino Khaled Houran en la Municipalidad de Dahriyehh.

La Asamblea oficialmente empezaba el 23 de junio. Así que aún tenía un día para ajustar mis horarios y conocer un poco de la antigua ciudad de Jerusalén. Me instalé en el hotel ubicado dentro de la ciudad antigua. Después salí a caminar sola guiándome por el perímetro que marcan las antiguas murallas de esta ciudad. De la puerta de Jaffa, caí al Barrio Armenio y salí por la puerta de Zion siguiendo un rótulo que indicaba donde fue la última cena y la tumba de David; además de la iglesia erigida en el sitio donde se dice murió María. Entré de nuevo por la puerta de Zion para caer en el Barrio Judío, por casualidad encontré el Muro de los Lamentos. Ahí me pidieron cubrirme los hombros. Quise acercarme al muro y sin saberlo empecé a bajar por el lado de los hombres, pero pronto tres de ellos me corrigieron y me fui para el otro lado. Ahí fue cuando noté que en este muro hay un lado para hombres y otro para mujeres; y que el de las mujeres es más pequeño que el de los hombres. De ahí pasé al Barrio Musulmán, me fue imposible ir al Domo de la Roca, por razones de seguridad solo se puede visitar a ciertas horas. Luego pasé al Barrio Cristiano, entré a la Iglesia del Santo Sepulcro, vi mucha gente adorando y tirándose en la laja de piedra donde se indica la tumba de Jesucristo y llorar. Después, me llamó la atención una tienda donde era posible hacerse retratos con fondos de pasajes bíblicos. Esto terminó de transmitirme la sensación de haber estado caminando por distintos relatos, como si estuviera dentro de un parque temático de las religiones monoteístas de nuestra civilización.

Los días transcurrirían entre visitas a esas ciudades, centros de arte y reuniones que serían facilitadas por Maria y Eirini, dos griegas parte de la organización “Art of Hosting” o “Arte del Liderazgo Participativo”, que nos asistirían en nuestros procesos conversacionales para ayudarnos a abordar los temas fáciles y los difíciles con la intención de enfrentarlos y llegar a acuerdos.

Calle Shuhada – Control militar israelí, Hebron. Imagen de Paula Piedra.

En el primer día de la asamblea, conocimos a Daoud, miembro de otra organización de arte palestina, quien se ofreció a darnos un tour de la vieja ciudad por medio de una caminata conversada. Su primera pregunta resuena aún en mi cabeza. “¿De cuál Jerusalén estamos hablando? Porque cada piedra de esta ciudad tiene su propia historia”, dijo desafiante. Daoud nos habló de las complejidades geopolíticas, usó algunas frases como: el rompecabezas de Jerusalén; una catástrofe continua; ocupar los territorios es un negocio; resolver el problema judío en Europa; el rey David es una leyenda; ¿quién controla la tierra? Dejó claro que quien está en el poder puede apropiarse de un territorio a través de la narrativa que construye sobre este. Con Daoud volví a recorrer los distintos barrios, solo que ahora tenía su mirada experta que nos decía: “¿por qué hay una mezquita en el Barrio Cristiano?, ¿por qué hay una mezquita en el Barrio Judío?”. Al pasar por una iglesia ortodoxa siria para ir al Barrio Judío, las frases de Daoud que rescato son: la división en barrios es para hacer conflicto entre las religiones; una estrategia que funciona; el problema es de territorio y control, no de religiones; antes la ciudad no estaba dividida, no habían bordes ni fronteras fijas; la paz es la construcción de un mosaico como símbolo de todos viviendo juntos, nuestra lucha es por recuperar esa memoria.

Con Daoud también visitamos un hoash, palabra que en árabe significa patio. Es un tipo de organización residencial antigua en la cual cada familia comparte un cuarto y todos estos cuartos dan a un patio central. Lo que Daoud nos quería mostrar es cómo funciona la ocupación israelí. La estrategia es empezar a fragmentar estas residencias, poniendo a un colono israelí en una de estas habitaciones; además, estos ocupantes son cambiados con regularidad, lo cual hace que sus aposentos estén descuidados con respecto a los de las familias palestinas. También hay un cargado sistema de seguridad por medio de cámaras de vigilancia que inhibe la vida de los habitantes locales.

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En un documental realizado por Issa Freij en el año 2006 llamado “Last Supper (Abu Dis)” o “Última cena (Abu Dis)” se narra la experiencia de unos habitantes palestinos del pueblo de Abu Dis, ubicado en las afueras de Jerusalén, mientras sus casas están siendo cercadas por el muro construido por el gobierno israelí, bajo supuestas medidas de seguridad. El filme expone claramente la violación a los derechos humanos y las estrategias de fragmentación, colonización y sometimiento del gobierno israelí sobre los habitantes palestinos. 

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Visitar Cisjordania o el “West Bank” fue pasar por puestos militares que en rótulos grandes y rojos advierten que uno se está adentrando en el lado palestino. Fue además experimentar que los soldados israelíes subieran a nuestra microbús a revisar con detallado escrutinio los pasaportes de cada uno de nosotros. También enterarse de que algunos palestinos, dependiendo de su identificación (hay 4 categorías), no pueden entrar a Jerusalén o necesitan permisos especiales para hacerlo; o que incluso no pueden pasar a ciertas áreas de los territorios agrupados bajo el nombre de Cisjordania. Fue comprender que esto separa físicamente familias enteras, pero sobretodo socava la organicidad de lo que llamamos construir comunidad, mina la posibilidad de reunión, y por lo tanto funciona para debilitar y dominar. 

Hebrón, ubicada a tan solo 35 km al sur de Jerusalén, es la segunda ciudad más grande de Cisjordania, donde se presume está la tumba de Abraham, razón por la cual es tierra sagrada tanto para la religión musulmana como la cristiana y la judía. Actualmente, después de haber sido un importante centro económico, social y cultural, se le conoce más como una ciudad fantasma por el impacto negativo de la ocupación y sus políticas de separación o segregación, que violan los derechos humanos de miles de palestinos para proteger a los ocupantes israelíes de esta ciudad y sus alrededores. Este sistema de separación que se ha instalado en Hebrón, ha forzado a muchos palestinos a abandonar sus propios hogares.

Tiendas palestinas clausuradas en Hebron. Imagen de Paula Piedra.

Visitamos el espacio que alberga a la organización, YAS (Youth Against Settlements). Para llegar ahí, tuvimos que sortear el puesto militar de la calle Shuhada que dos de nuestros anfitriones palestinos no pudieron pasar. Lo atravesamos con el pesar de verlos al otro lado de las rejas y nos adentramos en unas calles vacías y polvorientas para llegar a otro puesto militar en el que, después de muchas preguntas, seguir adelante nos fue prohibido. Aún así, nuestros anfitriones palestinos nos enseñaron que cuando ellos topan con barrera, se detienen solo para pensar de qué otra manera pueden llegar adonde quieren. Así fue como dimos la vuelta y empezamos a subir unas colinas secas y polvorientas que se sostienen al sol llenas de olivos centenarios. Llegamos a la sede de YAS, un grupo de activistas no violentos que buscan poner fin a la construcción y expansión de los asentamientos ilegales israelíes mediante la lucha popular no violenta y la resistencia civil. 

Tanto Murad Amer como Muhanad Qafisheh nos narraron sus experiencias personales y de cómo, para proteger a los colonos ilegales, el estado israelí impone de manera sistemática un régimen de desalojos forzosos, toques de queda, cierres de calles y mercados, puestos de control militares, frecuentes búsquedas aleatorias, detenciones sin cargos y se hace de la vista gorda ante la violencia desenfrenada de los colonos contra los palestinos.

Gertrude y Jumana caminando en el margen palestino del muro en Belén. Imagen de Paula Piedra.

 

Al salir de YAS, pasamos por nuestros amigos que nos esperaban al otro lado del puesto militar y caminamos hasta Hebron Rehabilitation Committee, que se han dedicado a revitalizar la vida de la antigua ciudad de Hebrón, renovando edificios históricos, así como incentivando a que los palestinos regresen a vivir a ella. Hasta la fecha han restaurado alrededor de 1300 apartamentos y han logrado que casi 7000 personas regresen a la antigua ciudad de Hebrón. No solo se dedican a renovar antiguos edificios, también a rehabilitar la infraestructura de la ciudad: calles, escuelas y otros servicios; así como asistir a través de un departamento legal que atiende y documenta las violaciones del estado israelí sobre la población palestina.

De Hebrón fuimos hasta la ciudad de Dahriyehh. Al salir de la Municipalidad de esta ciudad, reconocí algo que ya había visto en el Mercado de Artesanías de Hebrón. Era una placa de cerámica que imita la tradicional palestina que dice tanto en árabe como en inglés “Jerusalén” e indica la distancia en kilómetros de donde está colocada a la ciudad de Jerusalén. Pregunté qué era y así conocí esta obra del artista palestino Khaled Houran titulada Ramallah: The Road to Jerusalem del año 2009 o en español, Ramallah: El camino a Jerusalén. Khaled ha instalado esta placa por distintos puntos de los territorios palestinos en ocupación; tanto para señalar la distancia física a un territorio al cual no todos los palestinos pueden llegar (Jerusalén); siendo la mayor parte de las veces un guiño que elude menos a la distancia física real (porque a veces es irrisoria) y más una metáfora a la gran distancia con lo racional y humano de las políticas de exclusión y los desafíos coloniales e imperiales neoliberales impuestos por la ocupación israelí en Jerusalén y sus habitantes palestinos. 

Intervención de Banksy en el lado palestino del muro en Belén. Imagen de Paula Piedra.

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¿Cómo y para qué funcionan las redes? Nos reunimos en el centro de arte Al Hoash para conversar de esto. Tanto ellos como Al Ma’mal son parte de la Red de Arte de Jerusalén “SHAFAQ”, quienes organizan en conjunto una serie de eventos cuya finalidad es reactivar la cooperación y apoyar la vida y la resiliencia palestina en Jerusalén.

Las reflexiones a lo interno de AC giraron alrededor de estas preguntas: ¿qué significa tener una red de apoyo?, ¿cuál es nuestra visión o propósito común?, ¿hacia dónde vamos como red? Las frases más significativas que me quedaron de esa reunión: en red es más factible enfrentar los retos; en vez de ser uno, ser un movimiento; las redes crean presencia y unidad, lo contrario a la fragmentación y la invisibilización; reunirse en reconocimiento de necesitar al otro.

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El 26 de junio dejamos nuestro hotel en la ciudad antigua de Jerusalén y salimos hacia Ramallah. Es la ciudad que alberga a Riwaq, quienes se han dedicado por los últimos 28 años a preservar la memoria colectiva palestina a través de proyectos que documentan y restauran sitios del patrimonio arquitectónico en Cisjordania y Gaza. Es un equipo conformado en su mayoría por arquitectos expertos en restauración y paisajismo que emprenden un trabajo en conjunto con las comunidades para recuperar su memoria y reclamar de alguna manera su existencia y permanencia en estos territorios. Ramallah es parte del “Territorio A”, esto es, una zona que aunque está bajo control palestino está bajo ocupación militar de Israel, quienes en cualquier momento podrían intervenir. Ramallah es la capital de facto de Palestina y sede del gobierno provisional de la ANP (Autoridad Nacional Palestina) que reclama una Palestina independiente y que Jerusalén Este sea su capital -actualmente anexada y proclamada como parte de la capital israelí. 

Conocer a Yazan Khalili, director de Khalil Sakakini Cultural Centre fue una de las experiencias más estimulantes. El centro atraviesa un momento de reflexión y ensayo de un modelo de gestión que pretende revitalizar sus actividades no solo repensando su programación y audiencia, si no mediante ensayos de formas de producción y gestión más colaborativas y sostenibles que implican el involucramiento del centro con la comunidad y viceversa, para aspirar a construir una estructura basada en la solidaridad.

La última parada de ese día fue en PYALARA (Palestinian Youth Association for Leadership and Rights Activation), una asociación que trabaja con jóvenes palestinos de los 13 a los 25 años para fortalecer sus capacidades de liderazgo y apoyarlos a desarrollar proyectos desde sus propias necesidades y derechos que les den herramientas tanto para adaptarse a la situación de su contexto como para darles confianza y la esperanza de llegar a construir una sociedad democrática.

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Hoy busqué un asiento individual en la microbús para perder mi mirada en el paisaje árido y desértico de camino a Qalandiya y pensar para qué estaba viendo estas realidades. Me sentía profundamente triste y de repente identifiqué en mi propia vida personal otros tipos de violencia, indiferencia y fragmentación. Por ejemplo pensé en mi propio núcleo familiar, en la imposibilidad de comunicación de mis padres, de las negociaciones en mi juventud para defender mi movilidad del territorio materno al territorio paterno y viceversa. Me pregunté: ¿dónde empieza la violencia?, ¿la fragmentación?, ¿la indiferencia por el otro? 

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El último día en Ramallah fue el 28 de junio, fuimos a Birzeit directamente al Museo de Palestina, después de ver la exposición temporal del momento, tuvimos una larga sesión de trabajo facilitada por nuestras compañeras del Art of Hosting. Fue una nutritiva conversación que reflexionó alrededor de entendernos como sistemas vivos y no máquinas separadas y de la importancia de crear espacios para escuchar y conversar con intención.

De todo lo conversado, lo que más caló en mí fue la posibilidad de aprender a estar en ese espacio entre saber y no saber, un espacio entre el caos y el orden que es justo el lugar propicio para la creatividad. La metáfora es que los sistemas ubicados totalmente del lado del orden llevan a la muerte, como ejemplo el sistema de ocupación y control israelí sobre los territorios palestinos; y de igual manera del otro lado del espectro, el caos completo, también es equivalente a la muerte. ¿Cómo situarse en ese cruce entre el caos y el orden donde hay un marco o una base que sostiene y permite generar las condiciones para que de un poco de desorden surja la creatividad, la renovación y la transformación? La paradoja siempre está presente, el arte emerge en esta tensión.

La última parada antes de dejar Ramallah, fue ir a la inauguración de la A. M. Qattan Foundation y mi encuentro con The Pomegranate de la artista palestina Jumana Emil Abboud. Traduzco libremente algunas partes de la ficha técnica de The Pomegranate (La granada) (2005):

“…las manos de la artista… meticulosamente intentan devolver las semillas de la granada,…, de vuelta a la membrana interna de la granada….este simple acto cuestiona el significado de devolver algo para restablecer el equilibrio, aunque se sabe la imposibilidad de tal tarea y/o sueño. El acto de tratar de encajar las semillas donde supuestamente pertenecen se convierte en un acto de caos. Es ritualista y obsesivo…, la semilla no siempre encaja perfectamente…Las semillas están desplazadas; su desplazamiento no solo se encuentra en el hecho de que existen fuera de su piel (nido, hogar, naturaleza), sino en la esperanza de un retorno perfecto y en el peligro de una colocación irregular…”.

Tomamos un autobús hasta el puente Allenby para cruzar a Amman, Jordania. En ese momento, nuestros anfitriones palestinos Aline, Carol, Shata y Khaldun, habían tomado dos direcciones diferentes para cruzar desde diferentes puntos, según lo requerido por el estado israelí de acuerdo a las identificaciones de cada uno de ellos. La única anfitriona palestina que estuvo con nosotros durante este cruce fronterizo fue Renad. Ella nos guió con gracia de un lado a otro, acatando todos los requisitos de seguridad y otras transacciones burocráticas. Fue evidente de que, a pesar de estar pasando distintos puestos militares tanto palestinos como jordanos, en realidad toda la operación está controlada por el gobierno israelí. Con esto quiero decir que reina un aire de intimidación y sospecha a la diferencia. Además, aunque parezca impensable en el siglo XXI, hay tanto pasos como buses exclusivos para palestinos, lo cual solo tiene un nombre: segregación.

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En Amman finalmente estábamos la asamblea en pleno, casi como dos ríos que llegan  al mar, los que fuimos a Palestina y los que fueron a Líbano, cada uno con una experiencia previa bastante distinta, ahora mezclándonos en efusivos saludos. El afecto es parte importante de la columna vertebral que sostiene la red de AC.

Los tres días del encuentro en Amman fuimos acogidos por Darat al Funun, una organización privada sin fines de lucro dedicada a la exposición e investigación del arte contemporáneo.Estos tres días las sesiones de trabajo fueron al grano en búsqueda de acordar entre todos una serie de decisiones que nos dieran claridad con respecto a grupos de trabajo que seguirían vigentes más otra serie de decisiones de nuestra administración y comunicación interna. Además, después de varias sesiones siguiendo metodologías participativas, la asamblea de AC definió así su visión: “El propósito de Arts Collaboratory es reimaginar y generar formas de vida tanto a nivel local como global a través de prácticas artísticas colectivas ”

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Lo último que quiero mencionar es el regreso a casa. Empiezo por la ingenuidad de no haber entendido la sugerencia de mis anfitriones de regresar a mi país saliendo de Jordania. En mi cerebro práctico, la matemática fue: es más fácil y más barato comprar un tiquete de ida y vuelta entre dos lugares: San José – Tel Aviv. Pero mi cerebro no había captado bien para dónde iba. Estas realidades nos pueden llegar a ser tan ajenas que ni siquiera las podemos dimensionar. Haber vivido en carne propia, de la manera más leve e indolora y por unos pocos minutos, procesos de interrogación y escrutinio amedrentadores por el simple hecho de ser sospechosa de haber estado con los “otros”, sin querer sonar muy conocedora, me ha dado una percepción un poco más redonda del mundo en el que cohabitamos.

Al regresar a Costa Rica después de estas experiencias de viaje escribí cada uno de los diálogos de los interrogatorios que me hicieron los oficiales israelíes tanto en la frontera con Jordania como en el Aeropuerto Ben Gurion. La estructura de todos es similar: hacer un conjunto de preguntas y sistemáticamente repetirlas una y otra vez de manera aleatoria, ya sea para que uno finalmente responda lo que ellos sospechan: que uno estuvo con palestinos o visitó territorios palestinos; o para que uno mismo empiece a sospechar de que hizo algo muy malo y confiese que estuvo con palestinos y visitó sus territorios. Al final se trata de someter al sospechoso, instaurar miedo y por asociación, dejarlo adoctrinado o castigado por haber faltado al principio de lealtad que establece que es traición tratar con cualquier palestino, porque cualquiera de ellos es el enemigo.

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Recientemente, Benjamin Netanyahu fue reelegido (por quinta vez) como Primer Ministro de Israel, a pesar de enfrentar cargos de corrupción. En su campaña prometió, entre otras ideas igual de amenazantes, anexar a Israel muchos de los asentamientos que se han establecido en Cisjordania de manera ilegal. 

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Sé que el arte por sí mismo no puede cambiar una sociedad, su política ni su economía ni nada. Pero qué pasaría si ni siquiera tuviéramos espacios para imaginar desde las prácticas creativas otras formas de relacionarnos. El arte puede propiciar experiencias que a manera de ensayo propongan otras políticas y otras economías, basadas en los afectos y teniendo como meta común la construcción de estructuras de apoyo solidarias donde en el centro esté la vida.

Mi experiencia en cada organización que visité, con cada persona que conocí en este viaje y en esta asamblea, está relacionada justamente con pensar en sistemas de solidaridad y desarrollar estrategias de resistencia y resiliencia en comunidad. Bajo ese foco, la acción personal se convierte en la base con la cual este tipo de tejido empieza a formarse. Volví con la conciencia de que las fronteras individuales se van replicando, como en contagio, hasta alcanzar fronteras colectivas que después se materializan en territorios, en sistemas e ideologías. Es desde este conocimiento de nuestras propias fronteras, las elegidas y las impuestas, que tenemos la posibilidad de aprender a negociarlas o no. De alguna manera, es lo que hace que nuestra individualidad sea capaz de existir con otras individualidades en los distintos colectivos en los que se van desenvolviendo nuestras vidas.

San José, 5 de mayo, 2019.

Paula Piedra

Escritora, gestora cultural

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