Congonha, teacher plant, 2021

Las congonhas y las montañas susurrantes

by: Walla Capelobo

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“Shine bright like a diamond”

Rihanna

Parte I

Me olvidé de ti y me acordé de mí

Às Congonhas e às montanhas que sussurram (Las congonhas y las montañas susurrantes) es una obra que surge de mi intuición y curiosidad por las congonhas, una planta autóctona del Cerrado brasileño de tallos torcidos, hojas gruesas y raíces que calan profundo en un suelo rocoso y rico en hierro. Además de dar nombre a la ciudad donde nací, en el interior de Minas Gerais, en Brasil, las congonhas son una fuente de sanación y de misterios, lo cual estimuló mi deseo por conocerlas. Los colonialistas portugueses llamaron Congonhas al pequeño valle en el centro de lo que más adelante sería Minas Gerais, dada la abundancia de esta planta en los campos pedregosos de la región. Hoy las congonhas pertenecen a la inmensa lista de especies en peligro de extinción; su desaparición es directamente proporcional a la creciente destrucción del paisaje por la minería. Desde el siglo XVII, Congonhas sufre las consecuencias de tener un suelo rico en minerales. Durante el periodo colonial oficial, el oro fue lo primero en ser convertido en mercancía y, a partir de este acontecimiento, se formaron las primeras olas de destrucción ecológica de la localidad. En el momento de escribir estas líneas, el suelo de Congonhas sufre otro ciclo de expropiación: desde el siglo XIX, y con mayor intensidad a partir de los años 40 del siglo XX, el mineral de hierro es explotado de manera intensiva. La región es llamada el Cuadrilátero de hierro y alberga uno de los mayores yacimientos de hierro del planeta, cuya riqueza se agotará pronto. Escribo sobre el suelo de una de las regiones que más sufren de crímenes ambientales y sus consecuencias sociales; crímenes como la ruptura de las presas de relaves de hierro en Mariana (2015) y Brumadinho (2019), accidentes de trabajo, extinción de especies vegetales y animales, así como violaciones constantes a los derechos humanos. Estas son algunas de las realidades comunes en lugares minados por empresas como Companhia Siderúrgica Nacional y Companhia Vale do Rio Doce, además de las políticas del estado de Minas Gerais y del gobierno de Brasil, que “legalizan” las violaciones de los territorios y de nuestros cuerpos. El investigador argentino Horacio Machado Aráoz afirma que “…la vida moderna es inconcebible sin la minería. La modernidad es integralmente, en su evolución y en su presente, una experiencia mineral completa”.1 Más adelante, en el mismo texto afirma que “la civilización occidental ha mineralizado la condición humana”, es decir, la minería, fenómeno primordial en el modo de producción colonial del mundo, ha creado una condición de existencia en la que los seres humanos y no humanos pueden ser expropiados de la Tierra hasta su agotamiento o extinción.

Congonhas, Brasil en google maps. 2023

A pesar de haber vivido durante años en el territorio de Congonhas, no conocía las plantas mágicas de las cuales deriva su nombre y no obstante soñaba con el día en el que me relacionaría con ellas. El modo de existencia producido por el mundo ordenado mediante la lógica moderna/colonial –como argumenta Denise Ferreira da Silva–, se compone de un conjunto de operaciones basadas en la fragmentación (cartesiana), la secuencialidad (linealidad del tiempo) y la determinabilidad. A este conjunto de procedimientos, Denise les llama los pilares epistemológicos de la modernidad,2 acciones que constituyen el mantenimiento del mundo tal y como nos ha sido dado a conocer. 

Mi trabajo también nace del deseo de destruir este mundo asediado por la lógica moderna/colonial, donde su sostenimiento sólo es posible a través del acto de despojo de las tierras indígenas y la perpetuación de los procesos de esclavitud de los pueblos oscuros (pretes africanes, afrodescendientes y humanes de las tierras invadidas). Durante décadas he atestiguado la fragmentación de las montañas por una fuerza extremadamente intensa y nunca me he podido acostumbrar a tal destrucción. Siento la extrema fuerza extractiva de los minerales en mi vida y en la de los familiares que trabajan al servicio de la extracción (mi padre, mi madre, mi hermano, tíos, tías, primos y mi abuelo paterno), como de la comunidad que me rodea (vecines y amigues) cuyas almas revelan los síntomas de una vida estratificada. Este trabajo es una forma de redistribución de la violencia,3 no sólo una denuncia, sino una forma de explicar y compartir lo que siento y lo que vivo; no como un problema individual sino como parte de un entramado de vidas oscuras fragmentadas por el sistema colonial.

Dalton Paula, artista por el que siento gran admiración, fue una gran inspiración para mí en el proceso de elaboración de Às Congonhas e às montanhas que sussurram. Sus obras As plantas curam (2016), A cura (2016) y Santos Remédios (2016), presentan rutas de sanación para quienes no nos sentimos segures en tierras invadidas. Los procedimientos artísticos de Castiel Vitorino, también brasileiro; particularmente en Room for Healing (2018), alimentaron mi Orí en los caminos de las congonhas. Tanto en Dalton como en Castiel, se construye la cura para los males del sistema enfermizo brasileño, mediante procedimientos no occidentalizados, saberes que no se sustentan en la modernidad/colonialidad, sino en complejas matrices de saberes sobrevivientes al proyecto brasileño. Ancestralidades –originarias de la tierra y africanas–, oralidad, las llamadas sabidurías populares, comunicaciones espirituales, capacidad de diálogo con seres no humanos, rechazo de la humanidad modulada por la blanquitud, son algunos de los procedimientos presentes en estas obras, en mi cuerpo/vida y en mis gestos creativos.

Dalton Paula, A cura (La cura, 2016), detalle. Cortesía del artista.

Hace dos años inicié un diálogo con las congonhas. Me las presentó mi abuelo paterno, Expedito Teixeira, una de las únicas personas de mi familia que conoce las congonhas y sus efectos. Él tiene un gran conocimiento a ras de suelo sobre el Cerrado brasileño, tras muchos años de trabajo en la minería en Morro do chapéu (Nova Lima, Minas Gerais). A partir de esa experiencia nos habla de las explosiones que destrozan el paisaje en segundos. También nos habla de animales que desde hace décadas no vemos, de plantas que sólo conozco a través de su voz, de manantiales que se han secado y de cómo antes el té de congonhas estaba presente en el día a día de la comunidad. 

Con su consejo, camino por los bosques de Congonhas, por las colinas de Pires y Casa de Pedra para experimentar con seres que nos fueron arrebatados. Buscando las congonhas encontré un bosque. Cada día que seguía sin encontrarlas, mis sentidos se despertaban hacia otros mundos que allí existían más allá de la minería. Historias, encuentros, conversaciones con los ríos Maranhão, Soledade, Paraopeba, Camapuã que rodean las montañas con sus aguas misteriosas, capaces de gritar entre los silencios de las extinciones. Las montañas, el ciclo de las piedras; cuando me apoyo sobre el hierro lo recuerdo en el centro del planeta y siento el honor de tenerlo como compañía. Los bosques, árboles sinuosos, torcidos y rígidos, echan raíces en los peñascos; jatobás, espinheiras, venenosas, frutas do lobo, tamarindos, ciruelas, tantos nombres, sabores que no habría llegado a conocer sin los caminos abiertos por las congonhas. La he entendido como una planta maestra, una planta mayor que me ha enseñado los ciclos y los caminos, la fuerza necesaria para brotar en lo profundo del suelo rocoso. Las congonhas encantaron mi mirada; empecé a ver la multiplicidad de especies que siempre me rodearon. ¿Cómo es que he vivido toda mi vida aquí sin conocer este pequeño rincón del bosque? Empecé a conocerme, a perderme; a descomponerme, alucinando y soñando. En febrero de 2021, durante un paseo por la sierra de las casas de piedra me sorprendí con la descarga de un rayo por primera vez. Encontré, reconocí, percibí una congonhas. Todas las otras veces que las vi, fue a través de alguien más. La comunidad a mi alrededor conoce de este trabajo y así se hizo común que las personas me mostraran, me regalaran o me hablaran de las congonhas. Cuando la reconocí en el bosque, sentí que había roto el tiempo. Sentí la alegría de encarnar un conocimiento impedido, vislumbrando las imposibilidades del olvido. Durante el curso “Pensamento preto contemporâneo brasileiro, por um devir-quilombista das artes” (Pensamiento negro brasileño contemporáneo, para un devenir-quilombista de las artes), impartido por Jorge Vasconcelos en el Programa de Pós-Graduação Estudos Contemporâneos das Artes de la Universidade Federal Fluminense donde participó la artista multidisciplinaria Carmen Luz, me vino a la mente este momento de encuentro con las congonhas. Carmen habló generosamente acerca de la justicia como una explosión, un acontecimiento, un sentimiento que está más cerca de la alegría y no de un estado permanente de las cosas. Estas palabras me conmovieron y me llevaron por el territorio de la memoria hacia el encuentro con las congonhas. Ese día experimenté la justicia, el trueno de la alegría que estalla y transforma. La justicia de no olvidar. Nuestras vidas oscuras están impregnadas de ardientes explosiones volcánicas de justicia. Desde entonces deseo momentos de alegría, de justicia.

Congonha, planta maestra, 2021

Durante el proceso de Às Congonhas e às montanhas que sussurram, me convertí en ceramista, encontré la arcilla en la espiral del destino. Me atraía el color rojo del barro que hoy sé que está compuesto de hierro. En 2020, realicé Lameado: intuições e percepções da lama (Lameado: intuiciones y percepciones del barro) junto con Elton Panamby y Verde, amigos artistas a quienes admiro profundamente. Compusimos esta película dedicada al barro a través del encuentro e intercambiamos las sensaciones experimentadas en la casa de barro, los manglares, pantanos, ancestros, continuidades, las formas de preservarlos. Desde que me gradué en historia del arte en la Escola de Belas Artes de la Universidade Federal do Rio de Janeiro (EBA/UFRJ) me interesé por las artes de y sobre la tierra y di un paso hacia la práctica a través de los cursos de cerámica que tomé en la licenciatura de escultura de la Escola con la profesora Kátia Gorini. El encuentro con las pinturas rupestres y la cerámica anterior al período colonial se plasman en confecciones de continuidades donde destruyo la linealidad al darme cuenta de que la arcilla que moldeo y en la que soy moldeada es la misma. Temblamos en el tiempo. 

Beatriz Nascimento y el pensamiento quilombola se implican en mis aventuras con la arcilla, por sus contribuciones sobre el quilombo como entidad de la tierra, agente de memoria, proyecto civilizador, principio y reconexión con las fuerzas ancestrales. Con la arcilla experimento lo que el líder quilombola, Antônio Bispo, dice sobre la experiencia de la vida integrada a la tierra, la sabiduría heredada por el conocimiento africano, la relación profunda y oscura con el cosmos donde la confluencia de movimientos da forma a las experiencias. En una entrevista a la que tuve acceso a través de un fragmento compartido a través de whatsapp, la Madre Beata de Yemanjá habla acerca de la posibilidad de dar a luz con las propias manos, de la fuerza creadora de la gestación que habita en las aguas de nuestros cuerpos. Mi hermana y compañera, Millena Lízia, me compartió un texto en el que Mãe Stella de Oxóssi narra la importancia de estar en el fondo del pozo, donde parece no haber salida, porque es de allí de donde nace la fuerza de la fertilidad. Con la arcilla he conseguido gestar mundos que no se pueden determinar en ningún instante, es en el fuego de las horas donde suceden las transformaciones necesarias y a mí me toca aceptarlas. 

“El propósito de la semilla de la tierra es echar raíces en las estrellas”. Esta frase es de Lauren Oya Olamina, un personaje de la serie de parábolas4 creada por Octavia Butler. He estado aprendiendo mucho de Lauren y Octavia; acerca del propósito de imaginar lo imprevisto para nuestras oscuras vidas. He estado dando forma y deslumbrando la justicia, la curación y la huida de las extinciones. Es una promesa: no nos extinguirán, nunca seremos olvidades, las congonhas brotarán.

Quema en horno de cerámica, 2021

Walla Capelobo

Artista, investigadora

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