El hacer solidaridad tiene el verbo acción

by: Georgina Faun

Cada vez que intento adentrarme en la complejidad del lenguaje descubro las muchas palabras que, llenas de un contenido misterioso reinan nuestras conversaciones. Palabras que incorporamos con “naturalidad” a nuestra cotidianidad se cubren de un velo que, en muchas ocasiones, sirve para ocultar un marco de opresiones y privilegios difíciles de desmarañar.

Por ejemplo, la palabra “trabajo”, tan utilizada y bien valorada en nuestro quehacer posee una relación etimológica con tripalium, un instrumento de tortura usado en los esclavos. Al mismo tiempo, otras tantas palabras van dejando fuera la potencia de su existencia o son despojadas de su carácter emancipador para volver a nutrir el presente mundo que las desecha. Ahí es donde sitúo a la palabra solidaridad, que es una de muchas que se encuentran en la disputa de conservar su esencia o reciclarse en el lenguaje de la dominación capitalista.

Así que estoy aquí

Sigo perdida ante la pérdida de mí misma

el dolor de este corazón que mira alrededor

y refunfuña con el latir ajeno

Los latidos que me hacen latir

espejos donde me miro 

me dicen cosas de mí 

y de otrxs que pueden ser yo

Y aquí estoy

mirando pa’dentro

rasgando las entrañas

para devolver la bilis

y volvernos fuertes 

en la inmundicia

La palabra solidaridad etimológicamente connota una acción: la de quien es solidario. Proviene del latin solidus que puede entenderse como sólido o firme. Solidus a su vez contiene el prefijo “sol” el nombre de uno de los astros más importantes y que en latín refiere a lo completo. Por tanto, la solidaridad puede concebirse sólo a partir de su acción, “hacer la solidaridad”, contribuir a que algo se fortalezca. La disyuntiva entonces radica en el “algo”, en el qué se busca fortalecer y qué nos motiva a participar en ello.

Pienso en el momento en que mi lenguaje se invistió de esa palabra. Cuándo empecé a utilizar solidaridad en vez de apoyo o ayuda. Así que pienso en unos 15 años atrás,  cuando el Estado mexicano nos embestía de represión y cada paso de rebeldía era repelado por la amenaza de la desaparición, la muerte y la cárcel. 

La palabra solidaridad no sólo vino a nutrir el léxico de nuestras conversaciones, sino a volverse una práctica común y una apuesta por la transformación inmediata de la sobrevivencia.

Paréntesis: no es que el escenario antes y ahora sea distinto, pero es importante decir que en mi historia lo es, porque es en este lugar convertido en el terreno de las fosas comunes, las desapariciones, los levantones, asesinatos de Estado, feminicidios y encarcelamientos arbitrarios, donde la solidaridad se convierte en una de las armas primordiales para resistir y hacer frente a lxs poderosxs.

La palabra solidaridad no sólo vino a nutrir el léxico de nuestras conversaciones, sino a volverse una práctica común y una apuesta por la transformación inmediata de la sobrevivencia. Accionar la solidaridad nos ha permitido estar presentes en momentos difíciles, pero también ser partícipes de los cambios a los que apostamos y abandonar la comodidad del solo dejar pasar la vida. La solidaridad se convierte en aquella arma filosa que hace que una red invisible se haga tangible.

Mi inquietud de historiadora me llevó a preguntarme sobre la necesidad de las redes de solidaridad para los movimientos sociales que, al igual que nosotras, se enfrentaron al Estado como un gran leviatán que hay que destruir.

Y ahí comienza esta historia

Cuando algunxs compañerxs estaban en prisión, una red de afinidades nos reunimos para hacer un grupo de solidaridad. Sostener a lxs compañerxs en prisión y buscar su libertad -aún con las contradicciones que eso supone- fue una tarea que nos llevó a enfrentar separaciones y resquebrajamientos con personas que fueron cercanas en algún  momento. En un afán de brindarme un propio sentido, me pregunté sobre cómo habían operado las redes de solidaridad en otras épocas, para así señalar la importancia y necesidad de su existencia.

Llegué a las historias de clandestinidad, y me encontré con la casi inexistente posibilidad de “historiar” aquellas redes que permitieron que muchas vidas no se diluyeran. ¿cómo se pregunta a los archivos sobre las manos invisibles?, ¿qué indicios podemos rastrear para lograrlo?, ¿cómo hacer historia sobre lo que no se escribe ni se deja constancia? Y ahí hallé lo siguiente 1.

Una nota de periódico me dio la información sobre un hombre  que se fugó de una prisión española en el año de 1982. Acusado de participar en un grupo armado, hubiera enfrentado una condena de más de 30 años. Una red de personas idearon e hicieron posible el primer paso: salir de prisión, para después perderles la pista.

Consulté la mayor cantidad de periódicos que la hemeroteca me permitió para buscar el rastro del protagonista de esa historia. Con un egoísmo ilustrado estúpido me lamenté al no encontrar nada más. Lo cual fue el primer indicio de que aquel hombre no fue aprehendido o encontrado de nuevo. Por la cercanía de dicha historia -menos de 40 años-, me empecé a preguntar si mi genuino interés no podía suponer un peligro. Opté por buscar a lxs actores y actrices de esa etapa que pudiesen contarme “algo” de aquel episodio. Buscando, pude ver una red de personas que tanto en Europa como en América habían tejido una silenciosa estructura para que muchas personas, como aquel fugado, pudieran huir de la prisión o la muerte y reinventarse en otros lugares a miles de kilómetros. Aquellas personas cuyos nombres quizá nunca sean escritos en ningún libro actuaron solidariamente frente al hecho de honrar la vida contra el estado. En su actuar silencioso fortificaron la resistencia armada y la lucha contra el poder, haciendo suyo el grito por la libertad.

Esa breve historia es hoy en día uno de los ejemplos que puedo citar cuando hablamos de solidaridad. Y vuelvo a la pregunta: ¿Fortalecer qué? ¿Solidarizarnos con qué? Es cuando de manera casi inmediata puedo responder: solidarizarnos con nuestrxs iguales, quienes de formas múltiples resuenan en nuestros caminos, hermanarnos con otras geografías y reivindicar la solidaridad desde la acción de defenderla como nuestra arma predilecta para fortalecer la vida misma que se nos arrebata.

No tengo los permisos convenientes para citar fuentes y nombres reales, así que todo se dirá de forma abstracta, No por eso deja de ser una historia real.

Imagen por: Erik Tlaseca

Georgina Faun