__________: un llamado a la inacción

by: Gloria Kiconco

Solidaridad

es una palabra que parece venir desde lejos. Un concepto efervescente enorme que envuelve a cada lucha en la que me encuentro o tengo cercai. Devora a tode activista.

Viene en la forma de un llamado de une amigue egipcie para que apoye a otre egipcie encarcelade injustamente.  No me pide más que compartir una publicación en Facebook. Sé lo que sucede en mi timeline y no estoy lista para enfrentar comentarios no solicitados. Espero, y no digo nada. Me avergüenzo. 

Nosotres, les otres, les oprimides, hemos concordado en que el problema es el sistema. El imperialismo, el capitalismo, las dictaduras, los gobiernos corruptos, la policía. La policía ugandesa me asusta; el alcance que tiene sin rendir cuentas a nadie. El punto ciego una vez que te encuentras bajo su control. Lo que pueden hacer con mi cuerpo, mi mente. Cómo pueden castigarme solo por existir. 

No me asustan tanto como les feministes, les poetes, las personas queer y les activistes ugandeses. Estas personas me asustan más porque pueden rechazarme por intentar mostrar solidaridad y hacerlo de una forma que consideren equivocada. La mayoría de mis heridas más duraderas vienen de persones en las mismas trincheras que yo: fuego amigo. 

Aquí algunas de las cosas que me han dicho activistes, feministes, personas queer y amigues de Uganda y Kenya que me han llamado a ser solidaria:

“Lo único que haces es sentarte ahí y verte bonita” 

“Eres tan blanda” 

“Eres aburrida” 

“Eres tan idealista e ingenua” 

“Eres débil” 

“Eres indecisa” 

Las palabras hieren. Estas palabras erosionaron la confianza. ¿Por qué debería solidarizarme con personas que no me valoran por lo que soy? Que critican las cosas que considero me hacen mejor persona. 

No importa las palabras que usen, lo que quieren decir es: no eres suficientemente _______. 

Siento empatía por estas mismas personas. Les he escuchado cuando cuentan que han sido rechazades por luchar por un mundo mejor. A la mayoríalas mismas personas que están en sus trincheras les han tachado de “ruidoses”, “histériques”, “amargades”: fuego amigo.

No importa las palabras que usemos, lo que queremos decir es: elles no son suficientemente _______. 

Esperamos que alcancen una vida entera de perfección para darles un premio Nobel. Un trofeo por una vida entera de caminar de puntillas a nuestro alrededor e intentar ser los mejores modelos a seguir. 

Estamos a la expectativa para señalarles por ser groseres. Por decir algo lamentable. Por usar sustancias ilícitas (probablemente para lidiar con nuestra eterna crítica). Por retraerse. Por retirarse. 

La palabra solidaridad viene desde lejos y viaja como un arma. Algo que blandir para quienes tengan la acreditación académica y social. 

No he hablado de les opreseres. 

No les necesitamos. Estamos haciendo un trabajo fenomenal oprimiéndonos a nosotres mismes a través de contradicciones. 

No te lo tomes personal… pero mantente humane.  

No reprimas tus emociones… pero contrólate y nunca les des la satisfacción de ver que te hirieron. 

Que todo te importe una mier*a… pero si no te involucras ni haces más que publicar en redes, has abandonado la causa. 

Protege tu energía… excepto de mí, la persona más cercana a ti. 

¿Realmente nuestro tiempo, energía o bienestar le importa a las personas que nos rodean?

Mencionan solidaridad y yo pienso en Ife Piankhi. Conocí a Ife a través de eventos de poesía, y ella me ayudó, al igual que a muches otres poetes emergentes, a crecer. No solo dando el ejemplo o mostrándome cómo performar, sino a través de palabras que continúan sacándome de la desesperación. 

En 2018, durante mi primer solo performance de poesía de una hora Return to Sender [Regresar al remitente], hice un comentario casual en el escenario sobre cómo mi poesía a veces sonaba a tonterías, una inseguridad que cargaba de mi pasado. Ife estaba sentada a mi izquierda, lo más cerca del escenario, y la escuché decir claramente No son tonterías, nunca han sido tonterías. Se le escuchaba frustrada, no conmigo, sino con las palabras que había usado. Porque estas eran palabras depositadas sobre mí por otres poetes que tenían un problema con mi acento, mis referencias y mi estilo no tradicional. Aún hoy cuando me presento o escribo pienso en esto. Las palabras de Ife aún me mantienen en pie. Y han mantenido en pie a mucha otra gente. 

Ife tuvo derrame en 2018. Fue un golpe fuerte para quienes compartíamos con ella con frecuencia. “Estaba tan sana”, decíamos. Comía tan bien, era vegetariana. Se cuidaba mucho. Varias personas se unieron para recaudar fondos para pagar sus gastos médicos. Salió de la UCI. Más personas se unieron para recaudar fondos para que fuera al Reino Unido a recibir tratamiento y terapia. Cada tanto publica en Instagram y le pregunto cuánto le costó sacar la energía para hacerlo. La última vez que la vi en persona, apenas podía hablar. Aún me pregunto, ¿cómo pasó esto?

Aún me pregunto, ¿dónde comienza y dónde termina la solidaridad?

Pienso en Ife a menudo porque estoy cansada, luego de seis años, de darle mi tiempo y energía a mis colegas artistas, feministas, queer y a mi familia. Y a ella la encontré en escena, cuando ya llevaba décadas formando parte de estos esfuerzos. 

¿Acaso la solidaridad llega solo luego de una crisis? ¿Puede la solidaridad ser una herramienta preventiva?

Pienso en Shawn Mugisha, quien ha estado recaudando dinero para liberar a personas LGBTQIT+ de la cárcel cuando les arrestan en Uganda. Pienso en cómo su año nuevo en 2020 comenzó con una orden de evacuación por motivos imprecisos. Era solo una forma más de sacar a una persona queer de un vecindario. Cuando logró reunir el dinero para rentar un hogar más privado, le estafaron. 

Pienso en cómo cuando vino a quedarse en una casa con personas defensoras y aliades para los queers ugandeses, igual se le pidió que pagara renta los primeros meses. Y lo hizo. Sin ningún recurso, él y su compañero estiraron su energía para continuar sobreviviendo, para que él pudiera seguir haciendo el trabajo que cree va a cambiar para bien la vida de las personas queer. 

Yo, junto a muches otres, me solidaricé con él en 2020 cuando recaudó dinero junto a muchas otras personas para pagar la fianza de jóvenes queer vulnerables que fueron arrestades en una casa segura que les albergaba. No paró de luchar, aún cuando estuvieron encarcelades por meses, sin acceso a ayuda legal. Lo apoyamos en 2021, cuando 44 ugandeses queer fueron arrestades por llevar a cabo una ceremonia de amor durante la covid-19. Recaudamos dinero cuando no teníamos dinero. Cuando nuestras propias necesidades básicas no estaban cubiertas. 

Las palabras dichas en voz alta son acción. Habla. Di. Estos son verbos. Por consiguiente, acciones. Por consiguiente, tienen consecuencia. 

Entre mayo y agosto de este año, viví un episodio depresivo que me empujó hacia la muerte. Estaba lista. Estoy lista. Para morir, pero no quitarme la vida. Yo no estaba bien. Pero aun así se esperaba que me solidarizara con tantas personas a mi alrededor, proporcionando apoyo emocional, económico y moral. 

Cuando mi cuerpo paró en seco y me dejaron tirada y rota en el silencio, el mundo siguió avanzando. Las personas continuaron muriendo. Ugandeses queer siguieron siendo arrestades. Les oprimides continuaron siendo oprimides. Uno de esos días, cuando caí exhausta o estaba en el agotamiento absoluto, me quedé en cama intentando encontrar la fuerza para seguir intentando vivir y escuché a Shawn perder los estribos. Estaba enojado porque las mismas personas para quienes estaba intentando crear un espacio más seguro, al igual que él, no querían esforzarse más. Era el último impulso, y por un momento se encontró ahí solo. Pero en ese instante casi colapsa, y todes aguantaban la respiración. 

¿Dónde comienza y termina la solidaridad? 

No pienso en quienes me oprimen. Elles están bien. Están prosperando mientras nosotres estamos ocupades vigilándonos. Elles prosperan mientras nos herimos entre nosotres con nuestras palabras y diciendo que no son las palabras sino las acciones las que importan. 

Las palabras dichas en voz alta son acción. Habla. Di. Estos son verbos. Por consiguiente, acciones. Por consiguiente, tienen consecuencia. 

Me muevo con miedo ante palabras como “solidaridad” porque me preocupa que se me señale por mi ignorancia, o mi vulnerabilidad, o algo más que aparentemente debería poder prever que está mal, aunque tenga solo 31 y sigo aprendiendo. 

Una parte de mí tiene la esperanza de que se me cancele pronto para ser relegada a la pila de difuntes queers y ex-activistas y feministas inadecuades. De la misma forma que abrazo a la muerte, abrazo el rechazo. Es una forma de liberarme de tus expectativas. Sí, las tuyas. Mi amigue. Mi camarada. Es una forma de liberarme de mis propias expectativas desmedidas. Lo que realmente quiero es aceptación, pero no estoy dispuesta o no soy capaz de realizar las acrobacias que parece que se requieren. Así que me conformaré con la relegación.

En los últimos dos años solo he escuchado llamados a la acción y a discutir sobre la necesidad que tienen las personas de descansar. Nosotres les oprimides. Nosotres necesitamos descanso. Pero no estamos descansando. Porque cuando lo hacemos, se nos señala. O cuestiona. U olvida. 

Decimos “sé el cambio que quieres ver en el mundo” y rechazamos el cambio cuando no nos sirve. ¿Ayuda si admito mi culpa primero? Soy culpable de pedir más de las personas incluso cuando sabía que ya estaban al límite. Lo siento. Aún estoy aprendiendo. 

Que siempre hay opciones. 

Que la próxima vez que veas estas palabras: “Solidaridad, un llamado a la acción” te ofrezco esta opción:

Tómate un tiempo para solidarizarte contigo misme.

Tómate un descanso. Toma un respiro largo y profundo. Toma otro. 

Apaga toda la música, las películas, los eruditos que ves en la televisión, los podcasts. Cierra el libro. 

Abraza el silencio. Quédate en él y no hagas nada. Detén tu juicio hacia les demás, pero especialmente hacia ti misme. 

Haz las preguntas que importan.

¿Cuáles son mis valores? ¿Cuáles son mis límites? ¿Tengo la capacidad emocional, mental, física y económica para contribuir a este movimiento o causa?

¿Lo que se me pide que haga está alineado con mis valores y mi habilidad y capacidad de actuar?

¿Se me está pidiendo más de lo que puedo dar?

¿Estoy haciendo esto por miedo al rechazo o al desdén?

¿Estoy haciendo esto para agradar o para ser auténtique?

Te llamo a no hacer nada. Hasta que quieras y te sientas capaz de hacer algo. 

Te llamo a que respires, pares, y te des permiso para no hacer nada. Esto también es válido. No tengas miedo a que el apoyo se te arrebate cuando lo necesites porque escogiste descansar y cuidar de ti cuando alguien te llamó. Si les importas y se solidarizan contigo, lo entenderán. Y somos muches listes para estar a la altura de las circunstancias cuando une de nosotres haya caído.

Si no puedes darte ese permiso. Yo te lo doy. 

Te permito descansar. No actuar. Pensar a fondo tu decisión. No avergonzarte de ella. No sacrificarte más porque estás luchando por un premio o algún otro trofeo o meta en el futuro. Te mereces más que un trofeo o una plataforma.

Mereces reconocimiento. 

Tienes el derecho a decir que no, incluso a les aliades. Si no respetan tu no, es una violación. Una falta de consentimiento por donde se mire. 

Imagen por: Rogelio Vázquez

Traducción: Lola Malavasi Lachner

Gloria Kiconco

Kampala, Uganda. Poeta, ensayista y escritora de zines

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